Tengo de
fondo la ceremonia de inicio de los juegos olímpicos. A un lado a mi madre y al
otro a mi yaya. Las tres tenemos una sonrisa tonta en la cara que mezcla
curiosidad y placer, nos está gustando. En general, cuando estamos en el chalet
todo parece muchísimo mejor de lo que es, así que hoy estamos de gala. En
pijama, sí, pero de gala.
El otro
día estuve pensando en la fortuna, en lo afortunada o desafortunada que soy, así
que sí, por egocéntrico que suene, estuve pensando en mí. Pero para pensar en mí
no pude evitar pensar en los demás. Algo que, según la gente que me quiere,
hago demasiado. Pensar en los demás. Pocas veces decido qué hacer sin pensar
antes en cómo ello afectará a la gente que me rodea. Eso no me gusta. O ha
dejado de gustarme.
Creo que
he abierto los ojos en ese sentido. “Te quiero y estás haciendo que me pierda
disfrutar de ti, de cómo eres tú”. Algo así me dijo (seguramente no tan bonito,
porque él es de decir las cosas, simplemente decirlas). Y le quiero tanto que
no quiero que se me pierda.
Observo
como miles de personas toman sus decisiones, no pretendiendo hacer daño a propósito
a nadie, pero sin pensar tan a fondo en los daños colaterales que puedan crear
al tomar el rumbo de su vida de la forma que más desean. Así debe ser. Eso es
VIVIR. No perjudicar de manera intencionada a nadie, pero tampoco cohibirte en
cada una de tus elecciones por ver la mínima posibilidad de que alguien salga
perjudicado.
Está claro
que no puedo cambiar a estas alturas mi forma de ser, ni mi forma de pensar. Siempre
he sido fiel a mis valores e ideales (mejores o peores; acertados o no) y
siempre me ha costado mucho dar mi brazo a torcer… ¡imaginaos con mi forma de
ser! Pero, en definitiva, hay gente que me quiere… o eso creo, o eso dicen. Y
me sobra.
Y aunque
en ocasiones salga perjudicada, mi carácter es este. Soy leal. Soy fiel. Y
mientras en mis manos esté, jamás te fallaré.
:D Sé de lo que hablas... :)
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